Empezaré por confesar que siento una extraña atracción hacia los relojes. No importa que sea reloj de sol, de arena, mecánico o electrónico, siempre llamará mi atención. Y disfruto como un enano visitando esas salas palaciegas llenas de relojes, todos funcionando rítmicamente. Incluso sin proponérmelo ya tengo una pequeña y bonita colección de estos artilugios para medir el tiempo. Y sin embargo y esta es mi gran contradicción, huyo de los relojes. Rara vez llevo reloj, que puesto en mi muñeca me resulta agobiante, pues parece apremiarme contra el paso del tiempo y prefiero guiarme por la luz o los hábitos cotidianos, para saber en que momento del día me encuentro.
Y es que el paso inexorable del tiempo determina nuestra vida. Pero...¿qué es el tiempo?.
La historia de la filosofía se fundamente en buena medida en responder a esta pregunta. Ya Heráclito nos presentaba la imagen del rio “todo fluye” afirmaba, por lo que para él primaba el tiempo sobre el ser. La teoría contraria nos llegaba de Parménides, quien entendía la eternidad, no como duración infinita, sino como negación del tiempo: “El ser nunca ha sido ni será, porque es ahora todo él, uno y continuo.” Opinaba que el movimiento es imposible, pues el cambio es el paso del ser al no ser o la inversa, del no ser al ser. Esto es inaceptable, ya que el no ser no existe y nada puede surgir de él. Y así un sinnúmero de teorías hasta llegar a los modernos conceptos de acoplamientos neuronales propuestos por Varela y otros autores en el ámbito de la neurofenomenología.
Pero lo que realmente me preocupa es mi propia percepción del tiempo, más allá de teorías Porque se trata de mi tiempo en el que desarrollo mi propia vida. La vida transcurre con celeridad y el aprovechamiento del tiempo parece un elemento fundamental para darle a mi existencia un contenido adecuado. La pérdida de tiempo me resulta totalmente inaceptable e incluso inmoral. Claro que esto tengo que matizarlo o más propiamente explicarlo para que pueda ser entendido en su auténtico significado. Porque el aprovechamiento del tiempo no tiene que ir necesariamente unido a una actividad creativa. Actividades pasivas tan simples como escuchar relajadamente una buena música, darse un gratificante baño de mar, charlar con los amigos en el tiempo del aperitivo, o echar una cabezadita a la hora de la siesta, por ejemplo, no son para mi pérdida de tiempo sino todo lo contrario.
Y me pueden preguntar ¿Y entonces, en donde basas tu criterio de aprovechamiento o pérdida de tiempo?. Pues en algo muy sencillo: la calidad. Así ver un buen programa de televisión, bien sea de carácter informativo, instructivo o simplemente de evasión, puede ser enriquecedor pero si nos sumamos a la tele-basura, tan a la moda, incurriremos en una lastimosa pérdida de tiempo. Si leemos un buen libro o asistimos a una buena sesión cinematográfica, estamos aprovechando el tiempo, pero si el libro o la película carecen de una calidad mínima, perdemos el tiempo.
La conclusión pues, es que he de buscar la calidad, para darle a mi tiempo la ocupación adecuada, incluso cuando se “pierde el tiempo”. Por ejemplo en ocasiones me gusta entrar en un templo absolutamente vacío, donde reina el silencio y sentarme en uno de sus bancos. Entonces entro en otra dimensión del tiempo. Cuando salgo no se si han transcurrido cinco minutos o dos horas. Y además, no importa, porque ha sido una pérdida de tiempo muy positiva.
Finalmente, invito con este enlace, a ver un vídeo sobre la historia del reloj, que ilustra los esfuerzos del hombre por controlar el paso del tiempo:
http://www.youtube.com/watch?v=J1iqjk5--lw&feature=related
Ojalá no os haga perder vuestro tiempo, al leer estas líneas
Publlicado en bonitavida fecha 15/02/09